domingo, 16 de octubre de 2016

SIGNIFICADOS DEL NOBEL A BOB DYLAN

   
Por Eduardo García Aguilar
Esta semana fue otorgado el premio Nobel de literatura 2016 al juglar estadounidense Bob Dylan, uno de los mitos más solidos de la contracultura estadounidense y mundial de los años 60 y 70, al lado de figuras como Angela Davis, Janis Joplin, Joan Baez, Bob Marley, Jimmy Hendrix, Carlos Santana y tantos otros que ilusionaron a la juventud rebelde de aquellos tiempos.
Ahora, al revisar las canciones de Dylan, recuerdo con nostalgia cuando tenía veinte años, era estudiante en París y amanecía en las noches de invierno al lado de la novia del momento escuchando todas esas melodías que se repetían una tras otra sucesivamente, como “Mister Tambourine man” , en cassetes de viejas grabadoras, acompañadas de otras canciones de Cat Stevens y varios cantautores hispanos o europeos como Georges Brassens, Leo Ferré,  Jacques Brel, Joan Manoel Serrat, Luis Llach, Mercedes Sosa, Pïero, Atahualapa Yupanqui, Violeta Parra y muchísimos más.
Sin duda el premio Nobel de literatura 2016 es un homenaje a varias de esas generaciones nacidas entre los 40 y 50, que vivieron ese mundo alternativo de protesta contra la guerra de Vietnam y los abusos del imperio y abogaban por la libertad sexual y de la mujer, el fin del racismo de todos los colores y soñaban con un mundo mejor que no fuera dominado por la codicia del dinero y la sociedad de consumo.
Esas generaciones se rebelaron contra los formalismos de padres y abuelos de antes de la Segunda Guerra Mundial, ataviados ellos con traje y corbata y con el pelo corto y el sombrero Stetson, y que se dejaron la barba y el pelo largo, se vistieron estrafalariamente o se desnudaron en conciertos o en lagos nudistas, haciendo sin cesar el amor, fumando marihuana y experimentando el LSD y otros excitantes en boga entonces.
Bob Dylan era una muchacho flaco, escuálido se diría, que escribía canciones de protesta y las interpretaba con una guitarra y una armónica, como lo hicieron los juglares medievales o François Villon y Clément Marot. Una de sus novias principales en aquel tiempo era la mítica y mestiza Joan Baez, que era incluso más famosa que él en ese momento y cuyas canciones antibélicas y antirracistas eran cantadas con pasión por su admiradores. En plena guerra fría los rusos no se quedaban atrás con Eugeni Yevtusheko y otros poetas que solían recitar sus poemas en medio de su excentricidad e histrionismo.
Antes de Dylan ya había existido esa maravillosa generación de los Beatniks, compuesta por poetas que como Lawrence Ferlinguetti y Alan Ginsberg y otros cuyos libros de poemas se vendían por millones y eran leídos por los hippies de aquel tiempo. Sin duda Dylan pensará en esos Beatniks de donde él sale y rendirá en su momento tal vez homenaje  a esos maestros excéntricos, viajeros, estrafalarios y locos.
En América Latina también había muchos poetas de protesta, entre ellos el padre Ernesto Cardenal, nicaragüense que ha sonado para el Nobel y cuyos poemas eran recitados en manifestaciones y aprendidos de memoria por los rebeldes de aquel tiempo. 
En Colombia estaban de moda los nadaístas de Gonzalo Arango y así sucesivamente en cada país había generaciones de poetas comprometidos con ese nuevo mundo y muchos de ellos, como el brasilero Vinicius de Moraes, cataban sus poemas y los tocaban acompañados de la guitarra, como la famosa melodía “La chica de Ipanema”.
Aquellas generaciones pasaron rápidamente de moda en los años 80 y 90, arrastradas por una ola de neoconservadurismo mundial que impuso con Richard Nixon, Ronald Reagan y Margaret Thatcher otros criterios e ideologías dominantes que surgían mientras se acercaba el fin de la Unión Soviética y de la Guerra Fría.
La sencillez desinteresada de los hippies y sus comunas se trocaron por el culto a los corredores de bolsa de Wall Street y la City londinenese, a los jóvenes empresarios bien trajeados y con pelo corto y la ideología dominante fue el dinero, el arribismo, el liberalismo económico, los autos de lujo, el culto al trabajo y a la empresa, mientras crecía el auge mundial de las fanáticas sectas protestantes y la cientología.
Los que conocimos adolescentes aquella época fenomenal debimos transmutarnos: cortarse el pelo y la barba, evitar ciertas prendas, comportarse muy bien y aceptar con resignación las nuevas leyes del neoconservadurismo que se impuso entonces y llegó a su auge cuando apareció el Sida como una enfermedad, un castigo divino para quienes creyeron en el sexo desbordado y libre.
Hubo por supuesto otras contraculturas entonces, el punk y cantantes locos y psicodélicos como David Bowie, pero lo cierto es que en los 90 se dio por terminada para siempre esa era de revolución cultural en el cine, la canción, la literatura y otras expresiones culturales. Todos esos músicos, incluso Dylan y los cantantes de protesa latinoamericanos pasaron de moda y muchos de quienes los admiraban se avergonzaban de ellos.
Los poetas de protesta como Cardenal pasaron de moda y todo eso pareció enterrado para siempre. Janis Joplin, Joan Baez, Patti Smith, Marianne Faithfull y otras heroínas terminaron siendo gustos para los anacrónicos abuelitos perdidos en los primeros lustros del siglo XXI. 
Los hippies envejecieron mal y empezaron a caer en las tumbas, pobres y fracasados y escritores de las nuevas generaciones como el francés Michel Houellebecq en su exitosa novela Las partículas elementales mataron simbólicamente a sus odiados padres hippies y demolieron a esa generación que, segun ellos, frustró a sus hijos al meterlos en esa vida desordenada y caótica del Peace and Love.
Tal vez en todo eso pensaron los académicos suecos al debatir sobre a qué autor estadounidense premiar después de tanto tiempo de ignorarlos,  ya que la última galardonada de ese país fue la novelista negra Toni Morrison.
Los suecos optaron por el icono de la canción protesta gringa, el de las buenas causas y las buenas intenciones, un anti star system, juglar de la vida común y corriente, heraldo de los nuevos tiempos de la contracultura de los años 60. 
En ese sentido, el premio Nobel de literatura 2016 es un acto político en una época que vive el auge de neoconservadurismos, neofascismos y movimentos racistas o religiosos fanáticos con ansias de poder e intolerancia, en un mundo de guerras y caos que no sabe muy bien para donde va.      
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 16 de octubre de 2016.