lunes, 15 de febrero de 2016

LA MAESTRÍA DE JUAN MARSÉ

Por Eduardo García Aguilar

La obra novelística de Juan Marsé (1933) está ligada a su ciudad natal Barcelona, de la que hace un sarcástico cuadro social en Últimas tardes con Teresa, que cumple ahora medio siglo de publicada, y otras obras, a través de historias apasionantes sacadas de los tiempos de su juventud y dotadas de una prosa que vibra como pocas. Marsé, crecido en una familia modesta, trabajó primero como aprendiz de joyero 13 años en un taller en un barrio popular barcelonés, pero luego se trasladó a París, donde siguió su formación y regresó a su terruño ya dotado de una formidable lucidez social y un sentido profundo de la ironía.  

Marsé, ganador del Premio Cervantes que este enero cumplió 83 años, se ha vuelto una referencia de la literatura barcelonesa escrita en español por los hijos de inmigrantes residentes en esta zona que hoy experimenta tensiones a causa del nacionalismo de los catalanes "puros", quienes desean independizarse y consideran de manera un poco demagógica a España como un imperio que los ha colonizado desde hace siglos y vive de sus riquezas, lo que es por supuesto falso. El movimiento político nacionalista catalán ha detestado siempre a Marsé, quien califica a sus líderes en una reciente entrevista de "carroña sentimental". 

Barcelona ha sido desde hace milenios un puerto privilegiado situado de manera estratégica en el Mediterráneo, por lo que en diversas épocas ha sido centro de intercambio de mercancías y riquezas y lugar de confluencia de mucho dinero y pujanza y por lo tanto escenario de codicias y guerras. También ha sido centro cultural y editorial en los tiempos modernos, antes y después del Siglo de Oro, como nos lo recuerda Cervantes en El Quijote de la Mancha. El autor lleva al final a su personaje el Ingenioso Hidalgo a este puerto, donde se está editando el segundo volumen de sus historias, y escoge el lugar para que sea allí donde el caballero del Verde Gabán derrote al delirante en una justa caballeresca fingida en la playa y lo convenza de regresar a casa después de sus múltiples andanzas por España.
      
En Últimas tardes con Teresa, ganadora del premio Biblioteca Breve 1965, Marsé describe a esa Barcelona de los años 50, cuando, en tiempos de posguerra, la región vive momentos de desarrollo industrial acelerado comandado por una pujante burguesía catalana y atrae a cientos de miles de trabajadores pobres de otras regiones españolas, como valencianos, murcianos, andaluces, gallegos, moros y castellanos, que vienen a engrosar las filas obreras y a vivir marginados en los suburbios altos de la capital catalana y en ciudades aledañas que crecen de manera acelerada junto a las factorías.

A un lado Marsé muestra a la tradicional burguesía catalana que vive en fabulosos apartamentos de la Gran Vía o el Paseo de Gracia y tiene casas de campo y masías en los bellos campos, costas y bosques de la región y al otro un ejército de inmigrantes forasteros, llamados charnegos, de donde salen no solo los obreros y los criados de los exquisitos señoritos de apellido catalán tales como Trías, Pujol, Boffil o Serrat, sino también la escoria social, el lumpenproletariado, los ladrones y los delincuentes encarnados en el magistral personaje de chulo llamado Pijoaparte.

He subido este viernes al Monte Carmelo, donde estaban los malfamados tugurios de aquel tiempo y aunque ahora esos barrios son bastante limpios y ordenados y están dotados de un metro moderno y excelentes medios de transporte, siguen siendo lugar de residencia de forasteros de las clases bajas, a su vez hijos de inmigrantes árabes, esteuropeos o latinoamericanos, o sea los las nuevas versiones de esos aparentemente peligrosos jóvenes apaches de los años 50, ladrones de motocicletas, que eran el terror de las clase medias blancas y adineradas de la pulcra ciudad de abajo.

Ahí en el Carmel y en Ginardó se habla fundamentalmente español y es claro que la mayoría de la población vive allí en el desempleo rampante y tiene menos posibilidades aun que la clase media golpeada por la crisis que devasta al país desde 2008, cuando se derrumbó la burbuja inmobiliaria y sembró el país de incertidumbre política y social. Pero arriba, en estas colinas proletarias, sigue vibrando el mundo descrito por Marsé en Últimas tardes con Teresa y otras obras de juventud como Si te dicen que caí y La oscura historia de la prima Montse.

Marsé se ganó a pulso su fama y el consagratorio Premio Cervantes 2008. De la generación de García Márquez y otras estrellas del boom y contemporáneo de otros importantes autores españoles como los Goytisolo, Marsé, pese al éxito de sus obras, siempre fue mirado de reojo por la crítica, al considerarlo más un autor social que otra cosa. Ganó muy temprano el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral, y una tras otra sus obras lograron múltiples ediciones y premios como el de la Crítica y el Planeta y le dieron renombre internacional, pero su lugar siempre estuvo un poco al margen de los exitosos del boom latinoamericano o de los exquisitos españoles del momento, lo que, supongo, no contrariaba de todo a Marsé, quien siempre ha estado a contracorriente y ha sido un rebelde, incluso en estos momentos.

Considera a gran parte de la clase política española de hoy una remanencia del franquismo que es todavía "un cadáver que apesta" y en conferencias y entrevistas muestra la desbordante inteligencia de quien no se dejó amansar por el éxito, se considera siempre un "aprendiz de novelista" y sabe expresar críticas acerbas a todas las manifestaciones del ablandamiento intelectual de muchos autores de su generación y otras posteriores. Nunca le perdonarán la creación de esos personajes de la burguesía catalana que como Teresa Serrat y sus amigos señoritos miraron la realidad social desde afuera. 

Dotado de un gran sentido de autocrítica, Marsé supo crear novelas inolvidables donde vibra la vida y que cumplen la función de molestar, irritar y cuestionar las inercias, además de ser ejemplos de talento y rigor narrativos.  Visitar los barrios populares de donde extrajo sus personajes, escrutarlos, olerlos, o mirar desde Premiá del Mar en un crepúsculo rojizo a la próspera Barcelona industrial difuminándose entre el oro ocre de la atmósfera solar, con sus fábricas y el Montjuich firme contra el Mediterráneo, nos acerca de nuevo a su vasta obra y al milagro siempre renovado de la literatura escrita en estas tierras bilingües catalanas pródigas de cultura y belleza. 
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*Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de febrero 2016.