sábado, 14 de febrero de 2015

SUMISIÓN AL ISLAM

Por Eduardo García Aguilar

La última novela de Michel Houellebecq figura en el primer lugar de las listas de ventas desde el día de su aparición, que coincidió con el famoso atentado del 7 de enero contra la revista de caricaturas Charlie Hebdo por parte de un comando asesino de fanáticos yihadistas.


Las semanas y los meses que precedieron a los atentados que conmocionaron a Francia se habían caracterizado por la omnipresencia en los medios de dos libros mediocres y llenos de odio. El primero, rey de las ventas de 2014, fue "Gracias por ese momento", de la ex concubina del presidente francés, que se vengaba de él por el fin de su historia de amor y el otro, "El suicidio francés", de un mediocre comentarista de radio y televisón que aboga por la deportación de los extranjeros de Francia, en especial los negros y los árabes porque, según él, amenazan con terminar con la grandeza cultural, racial y social del país por medio del horrible mestizaje de razas.



Libros mediocres y tristes, los de Valérie Trierwieler y Eric Zemmour dominaron el panorama de 2014 y toda la prensa obnubilada e hipnotizada dedicaba semana tras semana portadas y primeros horarios de televisión y radio a estos dos engendros de la verdadera decadencia intelectual del país, mientras se agigantaba mes tras mes el partido neofascista Frente Nacional y todo el mundo criticaba al presidente francés y a su partido y negaba, en un delirio increíble y depresivo de cilicios y azotes, todo lo salvable que pudiese existir en el país en medio de una peligrosa y gravísima crisis internacional económica y gepolítica.



La llegada de la nueva novela de Houellebecq, uno de los escritores más notables de su generación, nacido en 1958 y ganador del premio Goncourt, aunque se inspiraba en la misma tendencia depresiva francesa, al menos auguraba el reencuentro con la buena literatura y el talento. Entre los depresivos hay niveles, y por supuesto el nivel del novelista parisino más exitoso de los últimos tres lustros es un nivel superior a millones de años luz de los líderes de las listas de ventas que lo precedieron en 2014.

Houellebecq es un hijo triste de la generación de sus padres, la del baby boom y el 68, caracterizada por haber surgido en medio del auge económico del país y la liberación de costumbres traída por la era pop. Sus temas están marcados por el descuido en que fue criado por sus progenitores hippies, egoístas e irresponsables y por eso en sus novelas, especialmente en su mayor éxito, "Las particulas elementales", los fustiga y expresa el grito de amargura de un muchacho frustrado, flaco, feo, enfermizo y tímido.



Con esos elementos ha creado un personaje mediático atípico que rompe con el culto a la belleza y al glamour. Houellebecq es desdentado como un vejete, fuma más de cuatro cajetillas de cigarrillos al día, ha sido alcohólico, visitante de prostíbulos y tiene un cabello que es como la peluca horrenda de maniquí abandonado y su piel blanca y fláccida y su posición desgarbada lo asemejan a personajes malditos como Charles Boukowski, Louis Ferdinand Céline y otros indigentes famosos de la literatura del siglo XX.



Él cultiva esa imagen y en ella se identifican todos los frustrados blancos franceses de su generación que ven en los árabes y los negros, en los extranjeros en general, el vector de la supuesta desgracia del país. Pero en el fondo, Houellebecq es un ángel y su fama y éxito es un merecido homenaje al talento de los disminuidos y un triunfo de la literatura sobre el glamour, el arribismo y la impostura.

El libro ya era un escándalo antes de salir. Todos los diarios, revistas y programas de radio y televisión hablaban de la novedad antes de que saliera al público y para colmo de todo, a los yihadistas islamistas se les ocurrió matar a 12 miembros de la redacción de Charlie Hebdo, entre ellos un amigo suyo, el mismo día en que salió a la venta el libro, por lo que su autor tuvo que irse a la montaña a descansar, conmocionado, y a estar un poco a salvo de la histórica tormenta que ratificaba en términos generales los temores expresados por él de manera brillante en el tema de su novela "Sumisión".



El autor se imagina que en 2022 llega al poder un presidente musulmán bastante moderado, inteligente y culto, que ha hecho alianza con la derecha moderada, los izquierdistas, los comunistas y los socialistas, para evitar el ascenso al poder de los fascistas del Frente Nacional. El presidente Ben Abes considera que a través del islam Europa entera reencontrará el protagonismo que otrora tuvo el Imperio Romano y, abierta a los países de Oriente Medio y del Magreb, puede conformar de nuevo una gran civilización alrededor del Mediterráneo, liderada por el islam, pero que convive como bajo los Omeyas de Córdoba en la España islámica, con judíos y cristianos, o sea con las tres religiones monoteístas surgidas del Libro sagrado.



El personaje, François, alter ego de Houellebecq, es un profesor de literatura de la Sorbona, que de ahora en adelante se llamará Universidad Internacional Islámica de la Sorbona, cuyos profesores deben convertirse al islam para ejercer y gozar así de enormes sueldos financiados por las monarquías petroleras árabes y acceder al derecho de poseer varias esposas de distintas edades, como ocurre en gran parte del orbe musulmán. Puesto que las mujeres regresan a cuidar a sus hijos y a ejercer de sumisas amas de casa, el desempleo desaparece, entre otras consecuencias favorables del nuevo régimen, centrado en la protección de la familia tradicional, como ocurre a su vez entre cristianos y judíos.



Como era de esperarse, el feo y frustrado personaje onanista y putañero opta por convertirse al islam, atraído por la perspectiva de poder copular con tres esposas al mismo tiempo y ganar un buen sueldo de académico universitario en la Universidad Islámica de la Sorbona, y así, colorín colorado, termina esta novela menor, un divertimento que, pese a todo, es muy cómica y bien escrita por el patito feo de la literatura francesa, convertido a estas alturas en un millonario cumbre de la literatura del país de Stendhal, Balzac, Flaubert y Proust, que se niega a llevar, eso sí, caja de dientes.