sábado, 31 de enero de 2015

MULTICOLORES Y ANTIISLAMISTAS EN MÚNICH

Por Eduardo García Aguilar

En la bella ciudad donde inició su carrera Adolfo Hitler y vivió Sigmund Freud, la urbe de Bavaria desde donde se ven las cumbres nevadas de los Alpes, en la misma plaza Goethe, se observa este lunes de fin de enero, a un lado los manifestantes de Peguida (Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente) y, al otro, diversos grupos coloridos que los abuchean como si fueran la reencarnación de las huestes del Nacional Socialismo, solo que entonces pedían la expulsión de los judíos y ahora abogan por la de los musulmanes.

En medio de los dos bandos hay una larga fila de separadores metálicos, patrullas y decenas de policías, mientras junto a una de las salidas del metro, en uno de los segmentos de la plaza circular que lleva el nombre del creador del personaje de Mefistófeles se apiñan los manifestantes de derecha que llevan banderas tradicionales alemanas y lucen pancartas donde fustigan al islam: "Mahoma tenía esposas de 9 años ¿eso queremos para Europa? pregunta una de ellas y otra dice: "en 1400 años de existencia el islam ha matado a 240 millones de personas".

Al otro lado están representantes del Partido Verde, muy fuerte en la capital bávara, y manifestantes de diversos grupos de izquierda, así como gente de derecha moderada, que aboga por la necesidad de la inmigración en un país con graves problemas demográficos y un crecimiento permanente que requiere mucha mano de obra. Los Verdes ecologistas lucen pancartas que dicen "Alemania es multicolor" y muchos jóvenes llevan banderas y banderines rojos o verdes o interpretan música típica alemana con trompetas y trombones mientras cae poco a poco una nieve fina en esta noche típica muniquense. También se ponen nariz roja de payasos porque, afirman, quieren hacer contramanifestaciones divertidas. 

Cuando avanza la manifestación de Pegida, los multicolores abuchean y hacen sonar pitos para acallar las voces de ese movimiento que, según ellos, es una estrategia política de la extrema derecha neo-nazi para movilizar a la gente, aprovechándose del obvio desprestigio de los islamistas radicales de los diferentes grupos terroristas mundiales inspirados por Al Qaida y el Ejército Islámico, cuyas acciones atroces han manchado a todos los ciudadanos provenientes de la cultura musulmana, en su mayoría gente pacífica y modesta que se dedica con honradez a sus trabajos y a su vida familiar y que practica íntimamente sus oraciones como lo hacen la mayoría de los católicos, protestantes, ortodoxos, hinduístas o judíos.

El movimiento Pegida se reprodujo como pólvora por toda Alemania en unos cuando días, aunque al parecer bajó esta semana, especialmente en Dresde, donde se originó con decenas de miles de manifestantes. En cada región iba cambiando de nombre, como en Bavaria, donde fue bautizado Bagida. Su primer líder tuvo que renunciar hace una semana porque se descubrieron fotos suyas donde aparece disfrazado, casi idéntico a Adolfo Hitler, con el mismo bigote y el mismo mechón característico del energúmeno austriaco que llevó el mundo a la guerra y propició el Holocausto de millones de judíos y extranjeros de todo tipo en los campos de concentración, el mayor de los cuales, Auchswitz, cumplió 70 años esta misma semana.

Múnich, donde los manifestantes han salido para conjurar el renacimiendo del movimiento xenófobo, tiene su historia negra: aquí surgió el Nacional Socialismo poco a poco al mando del perturbado Hitler y uno puede visitar en la actualidad con escalofrío las gigantescas cervecerías restauradas donde los primeros nazis se reunían a celebrar los primeros aquelarres bajo los banderines de la Alemania ancestral y entre el sonido de las músicas y las danzas típicas. Aquí en Munich ocurrieron los primeros arreglos de cuentas entre bandos al interior del movimiento nazi, como la nefasta Noche de los cuchillos largos, con la cual Hitler se deshizo de sus rivales.

En Múnich Hitler conoció a su amada Eva Braun en un estudio fotográfico céntrico, donde ella era empleada, y en estas calles vivió parte de su juventud pintando acuarelas y leyendo. Ya en el poder, cuando se soñaba el maestro del mundo, construyó su gran casona en las alturas de una montaña no lejos de aquí, en el municipio de Berchtesgaden, en uno de los paisajes más maravillosos de Alemania, cerca de la frontera con Austria y no lejos de Salzburgo. Por ahí cerca dormí en una cabaña y vi la noche estrellada de los Alpes y comprendí entonces que el Führer tenía muy buen gusto y había escogido para vivir como águila uno de los más bellos paisajes alpinos.

Por eso me quedé esa noche observando la manifestación pese al frío y la caída de la nieve menuda. Tenía la sensación de estar de nuevo en el centro de la historia azarosa de la humanidad, porque sin duda de la misma manera, con pequeñas manifestaciones extremistas como esta de Pegida, que pedían la expulsión de extranjeros, se inició poco a poco el movimiento nazi que terminó en tragedia.

Pero el contexto es diferente: Alemania fue aplastada, derrotada, devastada por la guerra que terminó en 1945 y desde entonces ha emergido una sociedad democrática y tolerante, muy mestiza, y los alemanes de hoy son multicolores y de todos los orígenes como se constata en las fiestas y en la calle, en las escuelas, donde ya no son mayoría los rubios de ojos azules. Se entiende, pues, que todas estas nuevas generaciones se movilicen estos días para tratar de conjurar el peligro de que la historia vuelva a repetirse. Jóvenes alemanes de todos los colores, de origen griego, turco, magrebí, latino, polaco, ruso, balcánico, asiático, italiano, español, saben que si de la caja del horror vuelven a salir los fantasmas de la intolerancia antihumana, todo estará perdido de nuevo.

Más tarde, en Sendlinger Tör, a donde se han desplazado los dos bandos para seguir manifestando, veo como cae la nieve y todo lo cubre de blanco, mientras los manifestantes multicolores ríen y celebran y se dirigen a las tabernas. Los de Pegida son escoltados al metro por la policía para que no haya disturbios. Y todo parece bello en esta medianoche entre los avisos luminosos de los cines y las calles mojadas y cubiertas de nieve. Pero en medio de todo, el peligro es patente como en toda esta Europa en efervescencia.