domingo, 26 de abril de 2015

ÉXODO HUMANO Y PLUTOCRACIA ANCESTRAL

Por Eduardo García Aguilar
Cientos de miles de seres humanos huyen en estos momentos de África y Oriente Medio, donde los poderes de la humanidad, bajo el pretexto de guerras religiosas, se pelean por los recursos naturales y las rutas que definirán quiénes serán los amos del mundo en las futuras décadas.
Cada día se hunden barcos llenos de gente aterrorizada por los ejércitos de la maldad humana, inocentes víctimas que después de abandonar casas, tierras y pertenencias no tienen más destino que huir por todos los medios, granjeando en el camino incontables horrores posibles, lapidaciones, decapitaciones, violaciones o la muerte por calor o inanición, antes de llegar a las playas de Libia en busca de un barco que los lleve a la otra orilla del Mediterráneo, en las costas de Lampedusa, Malta o Sicilia.
El domingo pasado uno de esos barcos precarios se hundió con casi mil personas a bordo, muchas de ellas hacinadas en las bodegas como en los tiempos de la esclavitud y los barcos negreros que cruzaban el Atlántico. Adentro iban familias enteras, muchas de ellas de clase media, con niños, ancianos, enfermos, gente que buscaba huir de la muerte segura en sus tierras y la hallaron en los mares, en las puertas de Europa, la de Ulises y Virgilio, ante la mirada fría de los burócratas de la Unión Europea y la desconfianza de una población egoísta y nacionalista que ve en ellos una amenaza para sus privilegios.
Estamos en el siglo XXI y vivimos en el apocalipsis permanente, el que fue relatado en los libros sagrados. Moisés encabezaba a su pueblo por los desiertos en un éxodo sin fin que lo llevaba en busca de tierras prometidas. Igual ocurre hoy sin Moisés y sin tablas de la Ley y con una humanidad perfeccionada que construye las más letales armas y cuyos líderes y dueños medran como hienas en busca de territorios, yacimientos, minas, bosques, que depredarán sin fin hasta que todo aquello se vuelva un desierto incandescente.
Todo eso ocurre en las puertas de Europa: mil personas ahogadas en el fondo del Mediterráneo el domingo pasado y antes de ellas y después de ellas, otras miles, o decenas de miles, o centenares de miles tal vez, muriendo como moscas en el mar interior de lo que fue alguna vez el Imperio Romano. Todo un continente encendido en manos de dictadorzuelos millonarios y presidentes corruptos, familias dinásticas de ladrones apoyados por las potencias para dominar sus tierras y venderlas al mejor postor.
Como buitres, Estados Unidos, las potencias europeas, China, Rusia, los capitales financieros mundiales, la industria armamentista, los oligopolios y la plutocracia de los jeques árabes, todos ellos juntos dedicados a bombardear, enviar mercenarios, drones, ejércitos, listos a la captura y el pillaje de la mitad del mundo, sin compasión ni medida alguna. Ya están arrasados países como Siria, Libia, Yemen, Malí, Irak, Afganistán, y poco a poco, uno tras otros serán arrasados los países en esta conflagración sin fin. Colombia, México y varios países centroamericanos siguen la misma suerte en medio de desplazamientos y genocidios sucesivos. Los buitres de la plutocracia sueñan con la desestabilización de América del Sur y el retorno a los tiempos de las dictaduras militares.
No es la primera vez que esto ocurre ni será la última. La historia de la humanidad es la sucesión de este tipo de acontecimientos, con escasos momentos de una relativa concordia, que fue solo la calma que anunciaba la tormenta. Los investigadores que estudian los restos de los primeros humanos llegados a América por el norte desde Asia hace unos 15.000 años, descubrieron en los huesos de aquellos individuos los rastros de una violencia terrible y las huellas de batallas innombrables por los territorios.
Y así sucesivamente arqueólogos y antropólogos que se asoman al lejano comportamiento de aquellos pueblos en todos los puntos cardinales del planeta comprueban el nivel de violencia que reinaba entre ellos bajo el mando de sus caciques y guerreros sanguinarios. Los aztecas constituyeron una dictadura sanguinaria y tanática que se imponía a todos los pueblos mesoamericanos, los esclavizaba y les cobraba tributos. El Tahuantisuyo no era tampoco ningún paraíso.
La población humana de los asentamientos milenarios en el Indus, el Ganges, el Éufrates, el Danubio, el Tigris y El Nilo, entre otros grandes ríos, estaba siempre angustiada a la espera de las huestes de depredadores que se insinuaban desde lejos y que al llegar arrasaban con todo, matando a los hombres y secuestrando a las mujeres, de la misma forma que el año pasado los fanáticos africanos de Boko Haran secuestraron centenares de estudiantes adolescentes para repartirlas entre sus soldados hambrientos de carne fresca.
Después, pasado el tiempo, aquella barbarie se disfrazó de civilizaciones y monarquías, de religiones e ideologías, de ideales utópicos y temores raciales y bajo el treno de los libros sagrados y los discursos, las arengas, los anatemas, las conjuras y los insultos ha continuado por otras vías con el mismo guión. La democracia occidental trata de imponer por la fuerza su ideario a unos pueblos, pero se alía con otros a los que tolera sus iniquidades. Invade a unos países, pero no hace nada frente a la intolerancia de los jeques millonarios de Arabia Saudita, sus aliados, que mantienen en el oscurantismo a las mujeres y decapitan y lapidan a los infieles y financian ejércitos asesinos de yihadistas. Lanzan el grito al cielo por Ucrania, asedian a Rusia, pero callan en otros lugares del planeta donde les conviene.
África y Oriente Medio arden después de las acciones irresponsables iniciadas con las guerras de Irak y las agresiones a pueblos inermes que caen bajo las bombas, encendiendo odio y fanatismo. El yihadismo es una hidra creada por todos esos intereses plutocráticos devastadores. Ahora poblaciones enteras huyen y tocan en las puertas de Europa. Según cifras recientes, el desplazamiento actual de seres humanos llega o sobrepasa los niveles dantescos de la Segunda guerra mundial. Tal vez no lo sabemos, pero ya estamos en guerra, lo que no es nada nuevo porque el mundo siempre ha estado en guerra y tal vez seguirá estándolo mientras el ser humano exista. Recordemos a Homero y su Ilíada, recordemos la Biblia y todos los libros sagrados: nada nuevo hay bajo el sol.


* Publicado en La Patria, Manizales, Colombia. 26 de marzo de 2015.

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