domingo, 13 de octubre de 2013

EL RETORNO DE LA REVISTA LUI

Por Eduardo García Aguilar
La revista Lui fue en los años 60 y 70 uno de los magazines eróticos más logrados en los tiempos de la Nueva Ola francesa, y se caracterizaba por coloridas portadas, donde aparecían muchachas futuristas salidas de las películas 2001 Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick o Blow Up, de Michelangelo Antonioni, así como de los estudios pictórico y fotográfico de Andy Warhol o Helmuth Newton.
Lui era la versión francesa de Playboy y por ende en sus páginas parisinas había entrevistas con artistas y cineastas de la Nueva Ola, diálogos con escritores, cineastas, políticos o filósofos y el sentido del humor y el aire descomplicado de la época se reflejaba en sus temas y ángulos informativos. Playboy era y es por el contrario más pragmática y escueta y va dirigida al típico orbe masculino protestante estadunidense WASP, público de camioneros y obreros que coleccionan las imágenes de las bellas desnudas en sus vehículos y en las paredes de sus talleres. Lui, por el contrario, se dirigía y ahora se dirige a ese público estético y culto de las élites culturales donde por fortuna aún existen y no han sido devoradas por la vulgaridad generalizada de la globalización uniforme agenciada por la Tv americana. Hay un enorme público lector, cinéfilo, amante del arte en el llamado hexágono francés, que posibilita en este país la vigencia de la industria cultural de calidad, incluso en su vertiente frívola.
La gozosa Lui fue creada por el gran magnate de la prensa, el multimillonario y famoso Daniel Filipachi (1928), dueño de Paris Match, la versión francesa de Playboy y otras publicaciones de éxito de Hacchette Filipachi Médias como Elle, dirigidas a todos los segmentos del público en aquellos tiempos de progreso y dominio absoluto de objetos de papel como diarios, magazines y libros, antes de la era virtual que poco a poco los ha ido venciendo en una sucesión de sonadas quiebras y desapariciones.
Filipachi resumía los sentimientos de invulnerabilidad de la época llamada de los “30 gloriosos años” donde todo era desarrollo económico, derroche, droga, sexo, moda y rock and roll y por eso además de sus actividades en el campo publicitario, fotográfico, discográfico, radial y periodístico, se convirtió en un gran experto de jazz de la época y coleccionista de arte surrealista o de obras de autores contemporáneos como Joseph Cornell, el autor de las bellas cajas llenas de poéticos collages.
Lui era entonces una revista que se dirigía al hombre urbano europeo, abierto, y correspondía a una época que derruía con rapidez la vieja Europa decimonónica, ultracatólica, ultraprotestante o ultragermánica, destruida, despedazada, aplastada, achicharrada bajo las bombas por la Segunda Guerra Mundial. Todas las aventuras y temas eran posibles y el cuerpo se había vuelto el delicioso juguete a descubrir sin tapujos en el desenfreno sexual de las comunas, las playas nudistas, el amor libre y el espíritu peace and love de las costas mediterráneas, lo que hoy con cierto desprecio algunos denominan y engloban dentro de la Ola Vintage.
Filipachi y sus revistas, entre ellas Lui, surfeaban en esa ola iniciada por el cineasta y Don Juan, Roger Vadim y su joven esposa Brigitte Bardot después de la película Y Dios creó a la mujer, donde la irresistible belleza de la diva parisina que enloqueció al mundo en los 60 se veía deambular errática e infiel en las playas de Saint Tropez con su poder devastador.
Por un lado Vadim, recién dejado por la Bardot, coleccionaba esposas como Jane Fonda y Catherine Deneuve, mientras Brigitte Bardot ante el mundo entero devoraba una lista interminable de hombres sin fin, algo que sólo unos años antes hubiera sido considerado un crimen y hubiese provocado todos los anatemas y exorcismos. Ambos en cierta forma abrieron las compuertas de esa nueva vida hedonista y libre que reinaría sin límites hasta la aparición del sida y la nueva moral de los neoconservadores actuales que se manifestaron multitudinariamente en 2013 en París contra el matrimonio gay, el amor libre y los homosexuales.
Décadas después de desaparecida la revista Lui, uno de los jóvenes escritores de moda en Francia, Frederic Beigbeder, inteligente autor de numerosos bestsellers de calidad, ganador de premios literarios, publicista y vedette cultural televisiva que osó presentar totalmente desnudos a sus escritores invitados y al público del estudio de su fugaz programa de libros, ha decidido revivir la revista hace diez días con un éxito arrollador, pues el primer número de la nueva época se agotó en un abrir y cerrar de ojos y superó los 400 mil ejemplares con una portada donde aparece la nueva joven diva francesa Lea Seydoux, lanzada al mundo en la película Midnight Paris, de Woody Allen. Ahora y con igual éxito en el segundo número, ha sacado en portada a la hija de Mick Jagger y Jerry Hall, Georgia May, de 21 años.
El escritor Beigbeder es profundamente odiado por muchos, pero la verdad sea dicha, en este desierto helado actual de la intelectualidad y la literatura francesas, su presencia es una de las pocas saludables, casi como si renancieran con él los tiempos de Picabia, Dalí, Cocteau, Prevert, Oulipo y otros autores antisolemnes que removian los espíritus y abrían ventanas para airear la podedumbre de la cultura momificada.
Beigbeder es un hombre renacentista, inteligente, culto, brillante, joven, que no deja encasillarse, y como él mismo dice, un “bad boy” necesario para la cultura francesa de estas aburridas primeras décadas del siglo XXI. Acompañado por un puñado de neo-húsares impresentables, como Marcela Iacub, la feminista argentina que se hizo amante de Dominique Strauss Kahn para escribir un libro sobre él, el crítico Arnaud Viviant o el escritor Nicolas Rey, sale disfrazado con Luia desempolvar las ruinas culturales de Saint Germain des Prés.
En un país tan centralista como Francia, donde todavía asustan los nobles de cabellera empolvada y los farsantes literarios de mediopelo entronizados en la Academia Francesa y otros salones, el boulevard Saint Germain des Prés de Boris Vian, Prévert, Sartre y Simone de Beauvoir, sigue gobernando el mundo cultural y editorial con figuras que parecen espectros de momias surgidos de las tumbas en un videoclip de Michael Jackson, como Bernard Henri Levy, Luc Ferry y André Glucksmann. Por eso la agitación del líder Frederic Beigbeder y sus húsares a través de la revista Lui y otros medios, ayuda a soportar con frivolidad el desastre de una cultura francesa a la deriva y en pleno naufragio.

.* Publicado en Excélsior, México, el 6 de octubre de 2013.