sábado, 9 de marzo de 2013

¿UN HÉROE FARAÓNICO DEL SIGLO XXI?

Por Eduardo García Aguilar
La humanidad de todos los tiempos ha requerido siempre de héroes y dioses venerables con quienes identificarse hasta el delirio. Todas las grandes figuras míticas de la historia han surgido de seres reales que se izaron entre sus contemporáneos como grandes sabios, mártires o guerreros y con el tiempo subieron a la leyenda con poderes milagrosos. Tal fue el caso con el penúltimo semidiós aparecido en América Latina bajo el nombre del Che Guevara, figura crística conocida y seguida en todo el planeta por varias generaciones.
Lo que todo el mundo observó en estos días con la muerte y el sepelio del caudillo venezolano Hugo Chávez fue el despliegue de una escenografía conocida y milenaria, pero que no es tan frecuente, pues se requieren varias condiciones personales e históricas para la encarnación de una figura de ese rango.
Su originalidad radicó en que a diferencia de otros héroes tercermundistas revolucionarios y populares del siglo XX no renegó de la religión considerada por Marx como «el opio del pueblo », sino que la utilizó en su discurso hasta la saciedad, creando un sincretismo novedoso entre Jesús, Marx, Bolívar, el Che y Fidel Castro, su padre adoptivo.
En la ceremonia se diseñó muy bien el guión de los simbolismos. Maduro, el heredero de Chávez, esgrimió una copia áurea de la espada de Bolívar y la colocó sobre el féretro. Sus manos y las de militares y representantes de los poderes se unieron sobre el cadáver del héroe muerto en una especie de juramento ritual surgido de los tiempos del Santo Grial y de las grandes sagas míticas.
En ese fuerte militar lleno de presidentes, primeros ministros, el príncipe de España, jerarcas eclesiásticos y delegaciones de todo el mundo, ataviadas de oscuro y con los rostros adoloridos, vibraba el fantasma de Simón Bolívar unido al de Chávez en conjunción corpórea y espiritual y ambas figuras del más allá, escalofriantes, espectrales, radiantes, flotaban en el ambiente como en un acto de chamanismo político. Todo ello fue acompañado por la música sinfónica y cánticos autóctonos e himnos que dieron gran fuerza a la ceremonia iniciática de transmisión de poderes del fallecido héroe al corpulento heredero.
Inspirados en las grandes ceremonias chamánicas y tribales afines al homo sapiens desde su existencia, los funerales de Chávez se inscriben en la gran tradición del realismo mágico latinoamericano llevado a su máximas consecuencias por autores como Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Augusto Roa Bastos, entre otros.
Muchos creyeron que en el siglo XXI no veríamos nunca en el continente algo tan relacionado con la magia y los poderes faraónicos de la muerte, pero la verdad superó a la ficción y nos inscribimos así como continente en la gran tradición de los libros sagrados que han jalonado la historia espiritual de la humanidad desde el Ramayana y el Mahabarata hasta la Biblia, el Corán, el Manifiesto Comunista y el Libro Rojo de Mao Tse Tung, o sea un mundo lleno de dioses, espadas, sables, mantras, parábolas y espíritus trascendentes, eternos. O sea el poder emanado de fuerzas divinas.
En ese momento extraordinario que vieron millones en el mundo pensamos en los mitos inciáticos de los múltiples faraones egipcios al ser inhumados en las pirámides, así como los de Alejandro Magno, Darío, Julio César, Augusto, Constantino, Belisario, Stalin, Mao y los reyes mayas enterrados en pirámides de cresterías barrocas bajo extraordinarios monolitos como el de Pakal, rey dios de Palenque.
El heredero fue muy claro en su discurso al unir a Jesucristo, Bolívar y Chávez en una saga que apenas comienza en un contexto latinoamericano dominado por nuevas izquierdas ya no inspiradas en el marxismo ateo sino en originales sincretismos populistas. Y además se anunció que el cuerpo de Chávez será embalsamado como los de Lenin y Mao. De esta manera concluyó la era iniciada por la Revolución Francesa y la Ilustración racionalista del siglo XVIII que deseaban hacer de los ciudadanos adultos. Ahora los ciudadanos seremos crédulos niños eternos poseídos en un estado de trance chamánico televisivo.
La mayoría de los aspirantes a héroes iluminados no logran su objetivo y caen en el camino atrapados por sus propias trampas o vencidos por el enemigo. En el caso de Chávez, como en un juego de video, el personaje sorteó todas las trampas y peligros en el camino y solo fue vencido por la única prueba de la que no se salva nadie, la muerte.
Incluso el deceso prematuro luego de una larga enfermedad le servirá a su causa, pues no tuvo que vivir el largo desgaste que viven los caudillos cuando se eternizan en el poder y evitó la probable caída o el fin dramático, como ocurrió con Muhamar Kadahafi y otros héroes continentales longevos. Chávez murió como otros héroes en pleno ejercicio del poder y sin haber sido derrotado. Como Lenin y Mao fue atrapado por la parca reinante y será puesto en un mausoleo a la vista del público y no lejos de su inspirador Simon Bolívar.
La ceremonia transmitida en directo al mundo entero desde Caracas fue significativa. Mandatarios de derecha e izquierda latinoamericanos coincidieron en las guardias de honor e incluso vinieron mandatarios y delegaciones del otro extremo del planeta como el persa Mahmud Ajmadineyad.
Esto sucedió en América Latina dos siglos después de las batallas, traiciones y aventuras de Simón Bolívar, que sigue presente en el imaginario político continental. Lo ocurrido esta semana en Caracas no fue un sueño sino una realidad que nos invita a reflexionar como nunca en los avatares cíclicos de la historia humana hecha de símbolos y mitificaciones.
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Publicado el domingo 10 de marzo de 2013 en La Patria. Manizales. Colombia.