sábado, 29 de enero de 2011

REVOLUCIÓN E INTERNET EN EL MUNDO


Por Eduardo García Aguilar

Los rebeldes del mundo, que pasaron décadas deprimidos luego del triunfo de la dama de hierro Margaret Thacher, Ronald Reagan y los dos George Bush, no pueden creer, al iniciarse esta segunda década del siglo XXI, que internet se convertiría en el arma maravillosa de las nuevas revoluciones en todo el orbe contra las tiranías de izquierda y de derecha.
En Irán, donde dominan los ayatolas y el atómico lapidador Mahmud Ahmajinedad, internet hizo posible una insurrección que no triunfó, pero fue una primera llamada de atención y dejó la esperanza de que tarde o temprano los líderes religiosos de la teocracia chiita, aupados al poder por Occidente, caerán en la maravillosa y rica tierra milenaria que dominan con sotana de hierro.
En China, donde los líderes comunistas lograron inventar un capitalismo aún más salvaje que el de los capitalistas y soñado por ideólogos como Milton Friedman, internet y google se han convertido en armas secretas para una rebelión popular que arde efervescente en el inmenso imperio amarillo. Allí la mano de obra está militarizada por capataces del régimen hinchados de millones, mientras aplican las cadencias más espantosas que jamás haya conocido el mundo capitalista, con salarios de miseria que hacen sonrojar a los avaros industriales multinacionales del planeta y parecen regresarnos a los tiempos de la Revolución Industrial inglesa tan bien descrita por Charles Dickens en Oliver Twist.
Este 2011 ha comenzado con una revolución espectacular en los países árabes del norte de Africa, donde sátrapas instalados desde hace décadas comienzan a temblar, mientras la insurrección popular se extiende como pólvora incontrolable por pueblos y oasis, ante la sorpresa de los cómplices dirigentes occidentales.
Túnez dio el primer ejemplo al tumbar a la cleptocracia de Ben Alí gracias a la Revolución de los jazmines y ahora en las calles de ciudades egipcias como Alejandría y El Cairo, se repite el experimento, haciendo tambalear a Hosni Mubarak tras treinta años de régimen y quien sueña con poner a su hijo como sucesor en el trono.
De manera tardía e insuficiente, la momia del octogenario líder egipcio, con su pelo tinturado como el del millonario Ben Alí y múltiples operaciones estéticas que lo hacen parecer más joven, salió de su sarcófago para hacer las promesas que hacen siempre los políticos : acabar con la pobreza, y dar empleo y libertad al hambrieno pueblo descendiente de los faraones.
Pero este sábado, pese a las promesas del Rais, han vuelto a salir a las calles, logrando saltarse el bloqueo de internet y los celulares en todo el país. Como una sola voz, desde todos los hogares, como ocurrió en Túnez, jóvenes y viejos, mujeres y hombres, salen al unísono desbordados y hartos de tantos años de humillaciones y promesas vanas, de tanta sumisión ancestral inoculada por una religión medieval de desierto creada para proteger a jeques, imames, sátrapas, califas y a toda esa serie de oligarcas que han dominado merced al terror de la policía secreta, y a las lapidaciones, ahorcamientos, decapitaciones y torturas de disidentes.
Tiemblan ahora los tiranos de Marruecos encabezados por el rey Mohamed y su corte de millonarios y el abusivo Mohamed Kadhafi en Libia, así como los líderes de la sufrida Argelia, donde la caldera de la revolución espera el momento de saltar en los abandonados y precarios rincones de un país detenido en la nada del silencio. Todo esto se lo debemos en parte y por fortuna al auge de internet que llega a los más humildes barrios del mundo, donde en viejas computadoras los jóvenes juegan y a la vez se comunican y acceden a informaciones que antes eran controladas por los tiranos o los jerarcas religiosos.
En la India, en China, en Africa, en América Latina, en los países caucásicos o bálticos, en todos los países del tercer mundo, internet es una ventana abierta a lo otro. Alguna vez, en los tugurios miserables de Calcuta o Benarés, vi esos pequeños sitios internet donde por unos centavos uno puede conectarse con el mundo mientras pasan por la calle las vacas y los monos sagrados. Y lo mismo ocurre en América Latina y Africa.
Los jóvenes del tercer mundo, incluso los más pobres, han adoptado la red como una arma. La dominan, acceden a ella, la manejan a su guisa ante la mirada atónita de abuelos, presidentes vitalicios, líderes infalibles, presidentes ubérrimos, comandantes heróicos, ayatolas, imames, raises egipcios, jeques de Arabia Saudita, secretarios generales de partidos comunistas. Y ni siquiera Fidel y Raúl Castro, los hermanos gerontócratas que dominan a Cuba desde hace medio siglo, han podido controlar internet para impedir que surja la voz de los disidentes en la isla.
Fracasen o no estas rebeliones árabes tan inéditas y saludables, estamos ante un fenómeno nuevo que ha vuelto a resucitar la hasta hace poco aborrecida y arcaica palabra Revolución, que se creía sepultada para siempre y que por fin vuelve cíclicamente desde los tiempos de Espartaco y los Comuneros como una amenaza para los autoritarios que desean quedarse en el poder y nadan en olas de debilidad, ignorancia y miseria para perpetuarse sobre sus pueblos y enriquecerse a su costa.