lunes, 27 de agosto de 2007

EL TIEMPO RECOBRADO DE RAUL RUIZ


por Eduardo García Aguilar

(En Letras Libres. 1999)

El chileno Raúl Ruiz nos ha sorprendido de nuevo llevando al cine con ambición "Le temps retrouvé" (El tiempo recobrado), de Marcel Proust, uno de los volúmenes más intensos de su extensa obra "A la recherche du temps perdu". Quienes han seguido la obra de este cineasta impar en estos tiempos de cine domesticado, corrieron de inmediato a las salas donde se proyectaba lo que parecía un proyecto demencial.
Mientras la película participaba en la selección oficial del 52 Festival de Cannes, los seguidores de Proust y los admiradores de Ruiz acudieron con el temor de presenciar un extraordinario fiasco. Pero aunque es posible que la película sea un enorme fracaso, vale decir que se trata de uno extraordinario, notable, de un fracaso que ilumina y nos introduce al túnel de lo que el arte tiene de fundamental: una tarea de locos para conquistar lo imposible.
Ruiz es un director de culto que poco a poco gana espacios incluso en el Extremo Oriente y Hollywood, lo que a él le parece curioso después de tantos años de dificultades y películas con bajos presupuestos. Ahora, gracias al cada vez más reconocido productor portugués Paolo Branco, quien rescató a Manoel de Oliveira, el chileno se metió en la aventura de gastar 60 millones de francos en un filme con grandes escenografías, vestuario de época y actrices y actores de cartel como Catherine Deneuve, Emmanuel Béart y Vincent Perez. En medio de la incredulidad general, la película encontró su camino como si se tratase de una novela: Ruiz halló poco a poco y de súbito los puntos de vista, el tono, los trucos temporales, como viejo zorro que es, un cirquero, un teatrero de origen latinoamericano que sabe trabajar en tiempos de vacas flacas y no se asusta en los de vacas gordas. Es lo fascinante de esta locura: un chileno osa realizar lo que no logró Visconti y como un Quijote emprende la adaptacion de una de las obras emblemáticas de la literatura francesa, lo que debe molestar a muchos proustópatas o proustomaniacos de alcurnia.
"Le temps retrouvé" de Ruiz escoge el segmento en el cual los personajes de la larga aventura novelística se encuentran ya cerca del fin, en la decrepitud y la despedida, en la nostalgia de los tiempos idos, cerca de lamuerte. Aparece entonces Proust en el lecho de moribundo, donde escribe contra viento y marea, dedicado a la observación de fotografías de todos esos seres idos cuyo rescate a través de la memoria es el motor de la obraextraordinaria de Proust, ejemplo máximo de lo que debería ser la ambición artística. Un tiempo ido que se recuerda desde el caos de la Primera Guerra Mundial, cuando Paris está rodeado por los alemanes y suenan las macabrassirenas de alerta y se vive en la decadencia final de ese agónico y tardío siglo XIX que se niega a irse ya entrado el XX. Un siglo que pervive en esos barones, princesas, condes, burgueses, coquetas, cínicos, sirvientas, arribistas, músicos, pintores y poetas marcados por la insaciable búsqueda de la satisfacción del deseo.
Ruiz dice en una excelente entrevista en el último número de "Cahiers du cinéma" (mayo de 1999, Nº535) que no "adaptó" el libro de Proust sino que lo "adoptó". Y lo adoptó desde una experiencia estética insurgente, que se sale de las leyes del cine comercial de hoy que --como es el caso también de la novela-- exige linealidad y eficacia similares a las de un partido de tenis o de fútbol. Ruiz siempre ha sido un loco salido de los caminos, un forajido, un bandido fuera de las leyes cinematográficas y por eso lo más normal es que emprendiera la adaptación de una obra literaria que a su vez fue ejemplo notable de rebelión literaria frente a los caminos trazados. Puesto que en novela y cine toda rebelión es una "falla profesional" castigada con el anonimato o el ostracismo, tanto Proust como Ruiz coinciden en esa vocación y se encuentran como peces en el agua en sus respectivosdelirios.
En esta película Ruiz hace un homenaje al cine de Melies y no teme recurrir al teatro, a la magia y a los efectos especiales arcaicos para llevarnos como niños al espectáculo de la gran mascarada. Un espléndido Marcel Proust (Marcello Mazzarella) narra con lejanía y asiste al teatro de "su" mundo y "su" sociedad. El nos lleva a ver a la coqueta Odette (Catherine Deneuve) ya vieja y gorda, al barón de Charlus (John Malkovich) destruido por décadas de excesos, a Gilberte (Emmanuel Béart), espléndida siempre, a madame Verdurin (Marie France Pisier), a Orianne de Guermantes (Edith Scob), a Madame de Farcy (Arielle Dombasle), a Saint Loup (Pascal Greggory) y a Morel (Vincent Perez), entre otros fantasmas de ese mundopomposo e insignificante que termina para siempre.
Magia, teatro, circo, mascarada, la película "Le temps retrouvé" de Raúl Ruiz es osadía y da gusto verla desarrollarse con la pasión del artista que la "adopta" porque a su vez ha buscado revolucionar las leyes del cine,como nos recuerda su inolvidable "Las tres coronas del marinero". Ruiz, contra la corriente, acerca el cine a su función de "artificio" e "ilusión", porque sabe que arte es "truco", como dice el ensayista Stéphane Bouquet en su ensayo sobre esta obra (Tous en scene, A propos du "Temps retrouvé" de Raoul Ruiz, Cahiers du cinéma, Nº535, mayo de 1999, pp 43).
Unos sombreros de copa y guantes blancos, Proust haciendo una pirueta de mimo, objetos que se alejan a medida que son captados, el estallido del flash fotográfico, Gilberte disfrazada, Odette recordando, Charlus joven, Charlus en el burdel pederástico y sadomasoquista, Charlus hecho una ruina, Saint Loup comiendo carne mientras habla, todos viejos, ridículos, pasados de moda, entre otras imágenes inolvidables. Y Ruiz, el chileno, como el domador del circo: dominando el genio de su fieras en el sueño logrado, más allá del tiempo y el espacio, en las redes del arte, con sus látigos, sus conejos y sus cartas cruzadas.