jueves, 10 de mayo de 2007

EN COMUN, SOLAMENTE EL ACENTO

El Día de Colombia congregó a autores tan diversos como Santiago Gamboa, Efraim Medina Reyes, Juan Gabriel Vásquez o Eduardo García Aguilar

ANGÉLICA TANARRO/VALLADOLID

«El escritor colombiano es cada uno de los escritores colombianos». La frase de Santiago Gamboa (Bogotá, 1965. Autor de 'Los impostores' y 'El síndrome Ulises') sirve para tomar el pulso a un estado de ánimo. Ayer era el Día de Colombia en la Feria del Libro de Valladolid y distintas voces literarias fueron congregadas en las dos mesas redondas de la tarde. Sin tema preestablecido, cada cual con su trayectoria a cuestas y sus vivencias particulares en el 'oficio de nombrar' que era como Octavio Paz se refería a la literatura. Unidos por el país de procedencia, por el acento y, en la mayoría de los casos, por vivir fuera de su país. Y rebeldes ante cualquier etiqueta, ya venga del exterior o se plantee desde sus mismas filas.
Eduardo García Aguilar (Manizales, 1953. Autor de 'Tequila coxis' y 'Una biografía intelectual de Álvaro Mutis') abrió la caja de los truenos cuando, refiriéndose a esa circunstancia común de estar fuera de Colombia, dijo «me voy, luego existo». «Me voy luego existo como escritor», añadió para extenderse después en los problemas de un país cuya historia ha estado marcada por la guerra, la violencia, las masacres. Denunció que en su país «se está cometiendo un genocidio a cargo de los paramilitares de extrema derecha, que apoyaron a Uribe en el poder, y puedo decirlo porque estoy fuera de Colombia. Dentro me asesinarían por decir esto».
Efraim Medina Reyes (Cartagena de Indias, 1971. Autor de 'Érase una vez el amor pero tuve que matarlo' ) dijo que a pesar de residir en Italia había vivido la mayor parte de su vida en Colombia y no se imaginaba la vida en otro lugar. Dibujó una experiencia completamente distinta. «Crecí en Cartagena y luego en Bogotá y jamás vi un guerrillero. Cuando me han disparado ha sido por una discusión a causa del alcohol, por pendejadas, no por causas políticas. Y esa realidad de guerra, que existe, yo no la he percibido. Nací en una familia muy humilde, con dificultades de todo tipo, pero feliz. En Colombia hay otras experiencias que no tienen que ver con la guerra o la violencia. Y yo amo a mi país con guerra o sin ella. Fuera me aburro muchísimo».
Medina Reyes, que carga con un cierto sambenito de 'enfant terrible' afirma no tener compromisos. «Me importa un pimiento si el mundo se acaba o se extinguen los delfines rosas. Me interesa la vida en un plano corto. Hay algo psicológico que me impulsa a escribir: las criaturas enfrentadas a su propio devenir. Nadie, ni siquiera en la experiencia de un campo de refugiados vive la guerra como una crisis cósmica. Vive su día a día».
Gamboa afirma rotundo: «Mi literatura no la define el problema político de Colombia. Es la mirada eurocéntrica sobre América Latina la que exige al escritor de América Latina una definición desde el punto de vista político. Es como si hubiera además una obligación de informar sobre la historia del país de origen. A ningún escritor belga se le exige que informe sobre Bélgica en sus novelas. A nuestra literatura se le exigen cosas como exotismo, evasión, revolución o compromiso. Pero esto es paternalismo europeo. Para que la literatura exista no es necesario ni irse ni quedarse. Este es un debate agotado».
Hubo además otras voces. La de Pedro Sorela (Bogotá, 1951. Autor de 'Ya verás') para quien las banderas y nacionalidades en literatura forman parte del negocio editorial o la de Consuelo Triviño (Bogotá, 1956. Autora de 'La casa imposible') quien se quedó sola defendiendo la postura de que sí existe una literatura colombiana. «Existe. Otra cosa es desde qué punto de vista empezamos a definirla. No sé si es cuestión de estilo o temática. Pero cómo no va a haber una literatura colombiana existiendo faros, autores tan importantes como García Márquez que nos han influido a todos, tanto para situarnos en su rastro y reconocer su enseñanza o para desmarcanos de ellos».